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La arquitectura: la dicotomía entre el arte y la ciencia

La arquitectura: la dicotomía entre el arte y la ciencia

La arquitectura constituye una actividad humana que afecta tanto a la esfera intelectiva como al mundo físico material. Se trata, al mismo tiempo, de un saber y de un hacer. Aunque posiblemente sea más preciso hablar de un saber para un hacer. Es decir, un conocimiento y una actividad intelectual que tienen su sentido y su fin en la realización de un objeto determinado, concreto, físico y material.

Además de la finalidad que se concreta en el edificio construido, la actividad arquitectónica tiene su razón de ser en la contribución a la felicidad de los seres humanos a través, precisamente, de su materialización.

Pocas actividades humanas han sido objeto, como la Arquitectura a lo largo de su historia, de una continua redefinición. Pareciera que siempre que se pretende adscribir a la Arquitectura dentro de algún territorio concreto del conocimiento, del arte o de la realidad física se planteasen fricciones que hacen que no resulte fácil, ni suficientemente clara, la definición de lo que la Arquitectura es.

La arquitectura entre el arte y la ciencia

La arquitectura siempre ha generado el debate de si ¿es arte o no?, no obstante, se puede definir como el arte de idear, diseñar y construir edificios

Tratar de arrojar luz sobre el eterno conflicto que plantea la dicotomía arte-ciencia en relación con la arquitectura, es una empresa realmente ardua si, para ello, se pretende echar mano, como fuente de información, de las opiniones vertidas al respecto, a lo largo del hilo de la historia, por tratadistas, arquitectos, artistas y pensadores.

Si se presta atención a los textos, se observa que, con frecuencia, se emplean en ellos los términos arte o ciencia sin que sea fácil, en muchos casos, determinar el verdadero alcance de lo que significan.

Esta dificultad se ve acrecentada, por otra parte, si se considera también el hecho de que los propios conceptos de arte y ciencia han sufrido importantes variaciones en lo que respecta a su propio significado.

Esta situación, obliga a matizar y, en cierto modo, a relativizar el supuesto enfoque científico o artístico que la arquitectura haya podido tener en cada momento histórico, o para cada autor.

Puede afirmarse que incluso quienes postulan la esencialidad artística de la Arquitectura no pueden pasar por alto el problema de la especificidad de lo arquitectónico respecto a las otras artes.

El carácter afín del producto arquitectónico

En este sentido, la necesidad de dar satisfacción a las necesidades humanas, el carácter funcional del producto arquitectónico, los condicionamientos técnicos presentes en la construcción, o la intervención de diversos agentes a lo largo del proceso de producción, hacen que la arquitectura resulte difícilmente equiparable a la pintura o a la escultura, por mencionar solo aquellas artes plásticas que, históricamente, se han considerado como más afines a aquella.

A diferencia de la pintura y la escultura, la arquitectura es un arte que necesita de la interacción de los seres humanos.

El reconocimiento de que la arquitectura es un arte sometido a un complejo entramado de normas y condicionamientos constituye, en cierto modo, la negación de la idea de arte.

En efecto el trabajo arquitectónico está determinado por la necesidad; tanto en lo que se refiere a la satisfacción de un programa de necesidades funcionales que dé cumplimiento a las expectativas de utilización, como en lo relativo a la sujeción a las leyes de la naturaleza, que garanticen con suficiente fiabilidad y eficacia la seguridad y el confort.

Por otro lado, la obra de arquitectura no es nunca una empresa individual, por el contrario, necesita de la concurrencia y esfuerzo de numerosos agentes que, en mayor o menor medida, influyen en el resultado final.

Otras posturas en torno a la arquitectura

Estas circunstancias, entre otras, hacen que la arquitectura no resulte equiparable, en sentido estricto, al trabajo artístico que, al menos desde la época romántica, se entiende como una prístina manifestación de libertad individual.

Por otro lado, es frecuente que desde posiciones que defienden tesis de objetividad y racionalidad abunden las concesiones hacia los supuestos artísticos que, en ocasiones, se manifiestan con gran efervescencia metafísica, lo que no deja de ser cuando menos paradójico y contradictorio, al menos si se analizan estas opiniones desde una visión romántica de los conceptos de arte y de artista, que, como se ha dicho, tiene su distintivo en el ejercicio de la plena libertad creadora.

Entre estas posturas extremas se sitúa todo un conjunto de posiciones intermedias que pueden resumirse en una especie de convención que consiste en admitir la dualidad o ambivalencia científico – artística de la arquitectura.

La arquitectura
Aunque los medios de la Arquitectura suelen consistir en muros, columnas, forjados, techos y demás elementos constructivos, su fin es crear espacios con sentido donde los seres humanos puedan desarrollar todo tipo de actividades

Es, en cierto modo, el reconocimiento de una doble condición: por un lado, la arquitectura es una actividad gobernada por las leyes de la física, por las necesidades de la sociedad y por exigencias económicas y por otro, constituye un medio de expresión de naturaleza similar a la de las otras artes y, por lo tanto, fuera de las pautas de lo racional, lo normativo y lo previsible.

Esta ambivalencia ha tomado cuerpo metodológico en la dicotomía bergsoniana razón-intuición y, sobre todo, en la escisión falaz, artificiosa e interesada, del proyecto en dos fases antagónicas y complementarias que pueden definirse como: fase creativa y fase productiva.

Así, una parte de la actividad arquitectónica correspondería al ámbito del pensamiento racional, comunicable y, en consecuencia, objetivo y científico; en tanto que la otra parte pertenecería al ámbito de lo irracional e inefable y, consecuentemente, subjetivo y artístico.

En el otro extremo, cabría situar a quienes postulan el trabajo arquitectónico como algo estrictamente técnico cuyo producto es una especie de resultante mecánica determinada por todo el cúmulo de condiciones externas.

A lo largo de la historia, el concepto de la Arquitectura se ha venido debatiendo entre esas dos instancias: por un lado, la instancia objetiva, racional, lógica y científica; por otro la instancia subjetiva, irracional, intuitiva y artística.

Fuente principal:

Rafael Pina Lupiáñez, EL PROYECTO DE ARQUITECTURA: El rigor científico como instrumento poético. Universidad Politécnica De Madrid Escuela Técnica Superior De Arquitectura, 2004

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