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La Iglesia Católica como organización

La Iglesia Católica como organización

La Iglesia católica es una institución religiosa jerárquica de alcance universal. Como tal, tiene una profunda influencia en procesos de carácter político, social y cultural que ocurren desde el espacio internacional hasta las pequeñas localidades. Esta presencia tiene efectos que pueden apreciarse en dos órdenes distintos: el espiritual y el temporal.

El «orden espiritual de la iglesia» generalmente se refiere a la estructura jerárquica de la iglesia y la forma en que los miembros de la iglesia se relacionan con Dios y entre sí. En la Iglesia Católica, este orden se define por el sacramento del Orden, que comprende tres grados: el diaconado, el presbiterado y el episcopado. También incluye la ordenación religiosa, que se refiere a la vida monástica y a las órdenes religiosas

El término «orden temporal de la iglesia» se refiere a la organización temporal de la iglesia, considerando la sucesión de eventos y la evolución de la historia de la iglesia a través del tiempo. En la Iglesia Católica, este orden se manifiesta en la jerarquía, la organización de las órdenes religiosas, y la influencia de la iglesia en asuntos mundanos.

La Iglesia Católica es una entidad religiosa que se encuentra presente en prácticamente todo el planeta. De acuerdo con el Vaticano, existen 1,3 mil millones de católicos a nivel global. El Annuarium Statisticum Eclessiae y el Annuario Pontificio 2016 señalan que este número equivale al 17,8% de la población global» (Díez-Bosch, Míriam, Lluís Micó-Sanz, Josep y Sabaté-Gauxachs).

Su conducta comunicativa se asemeja a la de cualquier entidad secular estructurada. Ella posee la habilidad de comunicarse tanto internamente como externamente. Su acción de comunicación no es una alternativa, sino una obligación tanto hacia públicos interesados, ya sean creyentes o no creyentes.

Es una entidad que se estructura jerárquicamente y que, bajo la dirección global del papa, cuenta con el apoyo de los obispos y sacerdotes encargados de la administración eclesiástica. Esto es evidente en los numerales 1 y 8 de la Constitución Dogmática Lumen Gentium, (Vaticano, 1963), que menciona la Iglesia como un misterio de Dios y visible en el mundo.

Su estructura y administración se rigen por el derecho canónico, que otorga a las autoridades eclesiásticas derechos y obligaciones, y reparte la responsabilidad administrativa y pastoral. (Conferencia Episcopal, 2020). Esta entidad establecida en un país, tiene como órgano supremo la conferencia episcopal (congresión de todos los obispos), encabezada por un presidente seleccionado entre ellos. Las congregaciones episcopales que están en comunión con el papa (Iglesia Universal), constituyen la representante oficial de la Iglesia Católica en un país.

En esta estructura jerárquica se encuentran las diócesis y arquidiócesis, que son entidades oficiales y establecidas eclesialmente, que abarcan un territorio donde el obispo actúa como el representante legal. Es el encargado que, en sintonía con el papa y otros obispos del país, aplica jurisprudencia a todas las parroquias y a los sacerdotes y creyentes que conforman su diócesis o arquidiócesis.

La Constitución Dogmática Lumen Gentium sostiene lo anterior de la siguiente forma: «El santo Concilio vuelve a proponer como fundamento sólido de fe a todos los creyentes esta doctrina de la institución, perpetuidad, fuerza y razón de ser del sacro primado del Romano Pontífice y de su magisterio infalible. Siguiendo esta misma línea, se propone, frente a todos, proclamar y declarar la doctrina sobre los obispos, herederos de los apóstoles, quienes, en conjunto con el sucesor de Pedro, (Vaticano, 1963, Sección 33)

Posteriormente, se descubren las parroquias, que son subterritorios de las diócesis, establecidas oficial y eclesialmente por el obispo, donde designa a un sacerdote debidamente ordenado, como párroco, quien lleva a cabo su labor evangelizadora y administrativa sobre ese territorio y los creyentes.

En ciertas diócesis se encuentran santuarios, que son templos que, debido a la veneración popular o a algún motivo de gran relevancia espiritual y religiosa, obtienen el reconocimiento como santuarios diocesanos, nacionales o internacionales (Código de Derecho Canónico N°1230- 1234).

Así, como institución, la Iglesia se estructura jerárquicamente en conferencias episcopales, diócesis o arquidiócesis, parroquias y santuarios. Por lo tanto, como institución, posee el interés y la necesidad de interactuar con sus sacerdotes y fieles, así como con otros públicos de interés, ya sean creyentes o no.

Celebración de fieles de la Iglesia

Dada la antigüedad de la Iglesia, su comunicación siempre se ha llevado a cabo de forma presencial, por medio de sus obispos, sacerdotes y fieles comprometidos, además de los documentos y comunicados cotidianos y extraordinarios que aguarda con fervor para su presente y futuro.

La Iglesia ha tenido un gran interés en la comunicación desde sus comienzos, ha incorporado en su ADN la necesidad de transmitir el Evangelio y ha empleado los medios y recursos disponibles en cada era para difundir la Buena Nueva. De esta manera, los papas más recientes han insistido en reconocer los nuevos areópagos, o plazas, o sea, los nuevos medios y plataformas que permiten y deben transmitir el Evangelio.

Indudablemente, estos modernos areópagos son los canales de comunicación digital. Sin embargo, resulta crucial cuestionar si las instituciones católicas los han reconocido como los contextos, espacios y medios, para desempeñar su función en el presente siglo XXI. Pero no únicamente como herramientas, sino como un revolucionario modelo de comunicación que requiere considerar al interlocutor.

Por lo tanto, también es imprescindible investigar si las instituciones católicas están listas para adoptar los nuevos paradigmas de comunicación que surjan de los nuevos modelos de comunicación que ya han sido o están siendo implementados por las instituciones eclesiásticas

Como entidades, las Iglesias locales sienten la necesidad de interactuar con sus públicos de interés. Además, este es un deber de la Iglesia Universal, y una realidad inevitable para personas e instituciones. Hoy en día, nadie está libre del impacto de los medios de comunicación digitales en cualquier proceso humano.

Por lo tanto, es crucial investigar si las entidades eclesiásticas consideran el tema de la comunicación digital como una prioridad en su interacción con sus grupos de interés. Si lo hacen, es relevante cuestionarse cómo lo hacen, bajo qué criterios, y hasta qué punto consideran las tendencias y retos que plantea la comunicación digital y sus audiencias en el mundo contemporáneo, con el objetivo de crear estrategias para interactuar con ellas, cumpliendo su misión institucional.

En diversos países, la Conferencia Episcopal, las diócesis, arquidiócesis, parroquias y santuarios, deberían no solo tener el interés sino también la obligación de preocuparse por su comunicación mediante los medios digitales, dado que estos son los medios actuales más accesibles para la audiencia y que, de alguna forma, otorgan un significativo estatus de existencia y reputación a las personas e instituciones.

Por ejemplo, cuando un público determinado desea obtener información sobre una persona o institución, opta por investigar en los medios digitales para conocer su existencia, entender quién es y qué acciones realizan las personas e instituciones a las que va a aludir. La falta de información en estos medios, la información insuficiente o excesiva, la comunicación no cercana o cordial con los públicos, crea una separación entre las instituciones y sus públicos de interés que los consultan o buscan en los medios, lo que impacta negativamente en la percepción de la imagen de esa persona o institución.

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