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La ignorancia voluntaria y otras categorías

La ignorancia voluntaria y otras categorías

La ignorancia se refiere en general a la falta de conocimientos, es polisémica y viene en diferentes matices. Esta palabra procede del latín y está compuesta por el prefijo in- (“negación”, «lo contrario de”) y gnoscere (“conocer”), y está cercana a ignotos (“ignoto”, «desconocido»). La ignorancia se relaciona con la voluntad, por ende, cuando la ignorancia misma es voluntaria, de lo que uno puede y debe saber, del mismo modo, se llama voluntario el no actuar y el no querer. En consecuencia, es voluntaria, cuando uno no tiene en cuenta lo que puede y debe tener en cuenta.

¿Por qué hay quienes prefieren no saber, si tan lógico es, que hay que saber y conocer para resolver todo tipo de situaciones o para aportar a su solución?  las causas pueden ser variadas. En primera instancia para mantener una imagen positiva de uno mismo evitamos enfrentar el entrar en conflictos internos o que nos invada una sensación de culpa.

Una segunda causa sería evitar la responsabilidad que adquieres con el conocimiento de poder resolver situaciones en favor de otros, prefiriendo no saberlo para no ayudarlos, en esta ignorancia voluntaria usamos la racionalización para justificar, incluso por qué no preguntamos o averiguamos más de lo que realmente está pasando. Seguidamente, otra causa sería mantener las cosas en el estado en que se encuentran por temor al cambio, si te enteras de una verdad o realidad lamentable tendríamos que actuar en consecuencia, luego ignorar esa realidad te mantendría en una zona de confort.

Otra posible causa es la falta de salidas o soluciones emocionales, alguien con una enfermedad crónica podría evitar investigar o leer sobre su condición para no sentirse angustiado por lo que podría implicar para su futuro inmediato lo que está experimentando. Al final, otra causa podría ser la comodidad y la facilidad, en ocasiones la razón más sencilla es que elegimos la ignorancia es más fácil, aparente y evidentemente, más cómodo en el corto plazo, por ejemplo, dejar de lado los compromisos pendientes y posponerlas nos brinda una sensación de alivio temporal, aunque sepamos que tenemos que hacerlo, de todas maneras.

El enorme progreso del conocimiento colectivo durante los dos últimos siglos no tiene efecto en el conocimiento de la mayoría de los individuos

En todo caso, sabemos muy bien lo que estamos evadiendo, aquello que no queremos saber, pero en otras ocasiones no. Es por ello que nos preguntamos si es siempre consiente el querer no saber. Cuando hablamos de ignorancia voluntaria podríamos pensar que es una elección consiente, una decisión deliberada de no querer saber algo, no obstante, la realidad es más compleja, si bien en algunos casos si se trata de una elección consiente, también hay mecanismos psicológicos profundos que pueden influir en esta decisión sin que seamos plenamente conscientes de ello.

Hay que tener en cuenta que algo voluntario, dicho de esta manera, está libre de coacciones externas, pero aun así pueden existir coacciones internas que nos impulsan a actuar de cierta manera y a no querer saber, en este sentido es importante elegir entre elección y consciencia, aunque no seamos conscientes del por qué tomamos ciertas decisiones, el hecho de que las tomamos, indica una forma de elección.

En otras palabras, aunque los mecanismos de defensa o los sesgos cognitivos puedan influir en nuestra decisión de ignorar algo, finalmente todavía estamos eligiendo, en algún nivel, así sea inconsciente, pero estamos eligiendo no enfrentar esa realidad o no obtener más información.

Algunas generalidades de la ignorancia

Estamos en las sociedades de la “información” y del “conocimiento”, esto es posible gracias al progreso tecnológico y científico sin precedentes, porque estamos en la cuarta revolución industrial, paradójicamente, la población desconoce parcial o totalmente el funcionamiento o en su defecto saberes esenciales para la correcta interpretación del mundo, desembocando en el analfabetismo científico, que sentenciamos como ignorancia o falta de conocimiento.

Durante el surgimiento del humanismo renacentista, la ignorancia se considera en general como una dolencia y un defecto, y se piensa que la función de la educación y de la razón humana es combatirla. Debido a esta circunstancia, se suele relacionar la ignorancia con la oscuridad (las tinieblas de la ignorancia), en el sentido de que el ignorante reflexiona con firmeza, es incapaz de «ver» su propia ignorancia.

En esta perspectiva, también surge el proverbio que afirma que “la ignorancia es atrevida”, un ejemplo de lo dicho por el naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882): “La ignorancia genera más confianza que el conocimiento”, ya que los ignorantes se piensan más informados o con más comprensión de lo que en verdad son.

De manera similar, en el contexto de las leyes y el derecho, se menciona la ignorancia para referirse al desconocimiento de la ley, especialmente para sostener el dicho romano: «ignorancia juris no excusat», lo cual significa que ignorar la ley no nos exime de tener que cumplirla. Este principio jurídico impide que el violador de la ley se excuse en su ignorancia, y al mismo tiempo obliga al Estado a llevar a cabo las leyes públicas y de gran y notorio conocimiento.

Es habitual suponer que las épocas anteriores fueron épocas de ignorancia. Sin embargo, sería más preciso, y, por supuesto, más modesto, señalar que toda época es una era de ignorancia por tres razones fundamentales. En primer lugar, el enorme progreso del conocimiento colectivo durante los dos últimos siglos no tiene efecto en el conocimiento de la mayoría de los individuos. En esencia, la humanidad es más inteligente que nunca, pero la mayoría de los individuos tienen conocimientos poco más de lo que conocían sus antepasados.

En segundo lugar, toda época es una era de ignorancia debido a que la aparición de unos conocimientos suele acompañarse de la pérdida de otros. La ventaja del surgimiento de idiomas internacionales como el inglés, el español, el árabe o el mandarín está incrementando la velocidad de desaparecimiento de otros. Se sostiene que entre el 50 y el 90 por ciento de los casi siete mil idiomas que se encuentran disponibles en el mundo no tendrán éxito hasta el año 2100.

El conocimiento que se encuentra únicamente en la mente y se transmite de forma oral presenta un peligro sumamente especial, y es el caso de las tribus de la región amazónica, ya que «cuando fallecen los ancianos de una tribu pequeña, una gran cantidad de su sabiduría oral muere con ellos». Dentro del ámbito conceptual, cuando un modelo de paradigma ocupa el lugar de otro hay beneficio, sí, pero también se encuentra la capacidad de explicar ciertos fenómenos, ya que todo paradigma se centra en unos rasgos de la realidad y descuida los demás.

En última instancia, la rápida expansión de la información, especialmente en las décadas más recientes, no se relaciona con la expansión del conocimiento, en el sentido de que los datos deben ser examinados, asimilados y clasificados. En todo caso, las organizaciones, especialmente los gobiernos y las grandes compañías, ocultan cada vez más información recopilada.

Otros matices de la ignorancia

Tradicionalmente hemos considerado la ignorancia como la ausencia de conocimiento, connatural a la condición humana. En este sentido, todos desconocemos las cosas de manera inocente. A esta primera categoría se le puede denominar como ignorancia originaria o “estado primitivo”, es decir, como una condición inicial en la cual todos los hombres se encuentran al nacer, luego van adquiriendo conocimientos normalmente a medida que se desarrollan.

Bajo esta consideración, la ignorancia sería caracterizada por la ausencia de conocimiento la cual debe ser eliminada o en su defecto reducida, a medida que el individuo crece. Por prolongación, la ignorancia como estado nativo es propio a todos los humanos porque nacemos al mundo sin saber nada de lo que en el sucede, paulatinamente ya sea por experiencia o formación aprendemos reduciendo esa falta o vacío cognitivo.

El segundo tipo de ignorancia, implicaría una selección de elementos a propósito de un objeto de estudio, apartando o ignorando elementos que pueden pertenecer al objeto en cuestión, como características que le son propias pero que pueden presentarse incomodas para un sector de la población o para los individuos que estudian dicho objeto; en vista de lo anterior se evita mencionar aquellas características que, aun perteneciendo a dicho objeto, son indeseables para el grupo de personas que lo estudian.

Por consiguiente, no seriamos inocentes frente a lo que decidimos conocer y frente a lo que decidimos ignorar, porque de una u otra forma no podemos conocerlo todo, entonces debemos elegir qué conocemos y qué apartamos de nuestra atención cognitiva, porque es imposible conocer todo, puesto que somos limitados y falibles, al mismo tiempo que la cantidad de información acumulada por la humanidad imposibilitaría que todos podamos tener la totalidad de conocimientos efectuados a través de la historia.

Por ende, enfocarnos en algún objeto de estudio puede contraer que olvidemos algún otro. Igualmente, esta negligencia de algunos conocimientos puede estar ligada a la cultura o a las creencias relativas de una comunidad a las cuales los individuos pertenecen y pueden influenciar sus elecciones alrededor de conocimientos y que vayan en contra de aquellas creencias se consideren fundamentales para la existencia social.

El tercer tipo de ignorancia sería aquella que se construye activamente, de manera premeditada, con una intencionalidad y voluntad de generar y producir ignorancia. A esta ignorancia, se la denomina “La ignorancia como complot estratégico o construcción activa”, es decir, la construcción de estrategias de ciertos sectores de la sociedad que consideran que ocultar o distraer la atención de la opinión pública o de los individuos es beneficioso para sus agendas, cuya finalidad no es otra que la de mantenerse en el poder y controlar a la población gracias al usufructo de la información y del conocimiento.

Fuentes principales:

Álvaro Chicunque, La Agnotología o la creación voluntaria de la ignorancia, Capitulo 2. https://editorial.unicatolica.edu.co/

Mario Guerra: https://podcasters.spotify.com/pod/show/marioguerra/episodes/Eres-de-los-que-prefieren-no-saber–la-ignorancia-voluntaria

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