También denominado foco, puede emplearse para nombrar al objeto de cristal que, con un hilo de tungsteno, platino u otro material en su interior que se vuelve incandescente con el paso de la corriente de electricidad, se utiliza para alumbrar. En este caso, bombilla es sinónimo de lámpara eléctrica o lamparita.
El bombillo, no hay duda, fue una brillante idea. Pero como casi todos los inventos del hombre, surgió como una mezcla de casualidad, suerte, curiosidad y mucha inventiva. El creador de esta lámpara incandescente, fue el inventor norteamericano Thomas Alva Edison.
La historia
Thomas Alva Edison, inventor de la bombilla eléctrica
Las bombillas incandescentes nos alumbraron en el siglo XX. Sin duda, la bombilla ha sido uno de los avances más importantes de la historia y junto a ella, probablemente, nos vendrá a la mente el nombre de Thomas Edison. Ya ha pasado más de un siglo en que Thomas Alva Edison patentó la lámpara incandescente. Este sencillo invento que consta en calentar hasta el rojo blanco un filamento mediante la circulación de electricidad, cambió el mundo.
El 21 de octubre de 1879 Edison realizó la primera demostración pública de la bombilla incandescente antes tres mil personas reunidas en Menlo Park. Esa primera bombilla lució durante 48 horas ininterrumpidamente. No obstante, al contrario de lo que se ha conocido, el icono americano Thomas Edison ni inventó la bombilla, ni presentó la primera patente del diseño moderno de la lámpara incandescente.
En realidad, las bombillas, empleadas como luces eléctricas, existían 50 años antes de la patente presentada por Thomas Edison en 1879. De hecho, Edison perdió los derechos sobre la patente de la bombilla tanto en Gran Bretaña como en los Estados Unidos.
Edison, cuyo mérito no discute nadie, fue lo que hoy llamamos un emprendedor, lo que de toda la vida ha sido un empresario. Eso no le desmerece en absoluto, pero sí es necesario tenerlo en cuenta para entender su forma de actuar, siempre con ánimo de lucro y en términos de competencia en un mercado limitado.
Edison creaba, mejoraba lo que hacían otros y, sobre todo, ponía en el mercado magistralmente productos revolucionarios. Todo lo anterior es para mencionar que la primera bombilla de filamento de carbono la creó el físico, químico e inventor Joseph Swan en febrero de 1879, quien también fue el primero en suministrarlas para un uso comercial, en concreto para iluminar el Hotel Savoy de Londres en 1881.
Características, ventajas y funcionamiento
La bombilla eléctrica es posiblemente uno de los mejores inventos de la historia de la humanidad. Desde el descubrimiento del fuego, que eliminó la dependencia humana de la luz del sol, la creación de estas pequeñas lámparas ha ampliado la posibilidad de llevar la luz a todos los lugares del planeta. El funcionamiento de la original bombilla incandescente es, sin embargo, muy diferente a la actual bombilla fluorescente de bajo consumo.
Una bombilla incandescente, de las tradicionales, tiene un funcionamiento en realidad muy similar a una antorcha. Se basa en el calentamiento de un metal, el tungsteno, a través de una corriente eléctrica. Esta corriente, que pasa por ese delgado filamento provoca que el metal entre en incandescencia e irradie luz. El principal problema que ofrecen estas lámparas, y la causa de su retirada en los países occidentales, reside en su baja eficiencia.
La mayor parte de la electricidad suministrada a una de estas bombillas se disipa en forma de calor. Hasta el 95% de la energía se pierde en forma de calor y sólo un pequeño porcentaje se destina en realidad a aportar luz. Por eso, una vez encendidas, estas bombillas no pueden tocarse con las manos: queman más que la luz que aportan.
Desde finales del siglo XX, la bombilla fluorescente ha empezado a sustituir a la bombilla incandescente tradicional, en general por regulaciones gubernamentales que buscan la eficiencia energética. Y esa es la gran ventaja de este tipo de lámparas: apenas emiten calor, puesto que se basan en la emisión directa de fotones.
Las bombillas fluorescentes se componen de un gas inerte, encapsulado en un cristal que une dos filamentos. En este caso, la corriente eléctrica que calienta los filamentos permite ionizar el gas. Se genera, de esta manera, un puente de plasma que provoca la emisión de fotones, es decir, de luz.
Las originales lámparas fluorescentes eran alargadas y muy frágiles y necesitaban de unos balastos (cebadores) magnéticos. Además de poco prácticos, porque se tenían que sustituir cada cierto tiempo, provocaban un efecto de parpadeo en la luz, que se he eliminado con los cebadores electrónicos de las actuales bombillas fluorescentes compactas.
La presencia de mercurio en este tipo de lámparas, imprescindible para la emisión de fotones, provoca que su reciclaje sea mucho más complejo que el de las bombillas incandescentes. No se pueden eliminar arrojándolas a la basura y necesitan ser depositadas en contenedores específicos.
Fuentes:
- aboutespanol.com
- fundacionaquae.org