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Anglicismos en el español: abuso o evolución del idioma

Anglicismos en el español: abuso o evolución del idioma

Los anglicismos son las adaptaciones lingüísticas del inglés a otros idiomas, o sea, a las palabras, giros y modismos que, en nuestra situación, frecuentemente toma el español del inglés, a pesar de tener sus propios medios para expresar lo mismo. Es un tipo de extranjerismo que, dependiendo del contexto y la perspectiva, puede ser categorizado como barbarismo o neologismo, en función de los motivos que lo impulsen.

Estos extranjerismos no constituyen en sí mismos un mal para el idioma. Ahí está “fútbol”, por ejemplo, que viene de football y se instaló con naturalidad mediante su adaptación como voz llana en España y aguda en América. Se aportó en su día la alternativa “balompié”; pero la palabra “fútbol” acabó ocupando ese espacio y dejó “balompié” como recurso estilístico y tal vez como evocación de otras épocas.

La trayectoria de las relaciones culturales entre los paises de habla española y otras naciones se manifiesta de manera clara en las palabras que se incorporaron al español mediante el préstamo. En la época medieval, el árabe, tras el latín, fue la lengua que brindó al español el mayor caudal de voces extranjeras, cercano a las 2.000.

Desde el siglo XV al XVII, especialmente durante el Renacimiento, el idioma español importó numerosas palabras cultas, en particular del italiano; en el siglo XVIII, con la aparición de la dinastía borbónica, el francés tomó el mando y su impacto persistió a lo largo del siglo XIX hasta las postrimerías del siglo XX; en este siglo, con la aparición de Gran Bretaña como superpotencia, el inglés comenzó a tener un impacto considerable en otras lenguas.

Previo al siglo XVIII, los préstamos del inglés eran muy poco comunes y su mayoría se infiltraron por medio del francés, aunque no siempre se sabe cuál era su origen preciso. Es muy probable que los primeros fueran los nombres de los puntos cardinales (norte, sur, sud, este y oeste), documentados en los siglos XV y XVI y que se incorporaron en francés en el XII.

La comunicación global ha sido dominada por el inglés. Las palabras y frases derivadas de éste son habituales en la mayoría de los idiomas modernos, incluyendo el español. Indudablemente, los anglicismos son los términos extranjeros más impactantes que se utilizan más en este idioma.

Las expresiones, inicialmente ajenas a sus hablantes, se asimilan y se ajustan al idioma español, hasta que estos se acostumbran progresivamente hasta incorporarlas en su idioma cotidiano

En el siglo XVII se documentó el término dogo (< dog), mientras que en el XVIII se registró el término bote (< boat), ponche (< punch), puritano y ron (< rum). Hoy en día, todas estas voces están totalmente asimiladas y resulta imposible distinguirlas como inglesas, a excepción del etimólogo.

A pesar de que se podría suponer un declive general de la influencia del inglés británico tras la Guerra Mundial y un dominio ascendente del inglés americano, como sucede en otros idiomas, metodológicamente, resulta prácticamente imposible distinguir entre los préstamos de un origen u otro debido a la identidad de formas y el préstamo de numerosas palabras mediante la mediación del inglés británico.

No obstante, existen términos que poseen una referencia cultural particular británica o americana. Por lo tanto, porridge, cottage, bed and breakfast, cricket, Beatle pueden clasificarse como «extranjerismos» empleados con una referencia principalmente británica (a veces definidos de forma más precisa como «xenismos» en el idioma español).

 A comienzos del siglo XX se introdujo la terminología futbolística (gol, orsa, corner, penalty) como una invención británica. Asimismo, tras la Segunda Guerra Mundial, los anglicismos poseen un carácter especialmente americano, en particular en los campos de la tecnología y las subculturas juveniles: por ejemplo, motel, hippie, freak, flower power, grunge y reality show.

A veces, dos o más sinónimos de diferente procedencia pueden ser usados en épocas distintas, como en la forma original británica jersey y la posterior y más reconocida forma americana sweater (frecuentemente modificada como suéter), que en ciertos contextos y para ciertos hablantes pueden presentar ligeras discrepancias en su significado.

En pleno siglo XXI, el impacto lingüístico del inglés no solo se percibe en el español, sino en todos los idiomas del planeta. Hoy en día, los hablantes nos hallamos inmersos en un proceso de americanización lingüística y social que, en la mayoría de las situaciones, ocurre a través de una influencia voluntaria. Este proceso satisface la necesidad de incluir voces para otorgar nombres a nuevos componentes, pero también refleja la inclinación a construir un lenguaje de renombre a partir de la incorporación de voces foráneas.

Las fuertes influencias

La interacción entre el inglés y el español tiene un impacto en todos los niveles del idioma. En la actualidad, tiene un nivel de impacto sobre el idioma español que muchos consideran preocupante. Se expresa de manera evidente en elementos tales como la ortografía, la pronunciación, la morfología y el léxico; y es poco perceptible en campos como la semántica, pragmática y sintaxis.

Es particularmente preocupante, o inquietante, la utilización de términos ingleses en lugar de palabras ya existentes en español, o en vez de la generación de un neologismo, un nuevo término para ideas novedosas, como en el ámbito tecnológico, pero es un tanto innecesario hacerlo como en este caso, en el que la palabra «hub», en este anuncio, se usa para reemplazar al vocablo «centro» en español.

Cada vez más, los hispanohablantes adquieren nuevos términos del idioma inglés, en su mayoría, mediante el contacto diferido; esto ha facilitado que los hablantes, incluso sin conocer el idioma emisor, puedan utilizarlos en su comunicación cotidiana.

El impacto del inglés en el español ha alcanzado ámbitos inesperados, tales como los elementos gráficos y visuales vinculados a la ortografía y ortotipografía: entre las innovaciones, se destacan las mayúsculas en las primeras letras de títulos y encabezamientos, junto con los días de la semana (lunes, martes, entre otros.) y los meses del año (enero, febrero…).

Hay áreas específicas que tienden a adoptar anglicismos como los deportes (waterpolo, squash, hockey, surf ), la gastronomía (fast-food, take away, snacks, lunch), la moda y el vestuario (glamour, bóxer, slip, shorts, leggins, jeans, cárdigan), la vida social (coffe-break, pub, club, slogan), la música, el cine y la televisión (rock, pop, indie, estrella, film, oscar, show, videoclip), la salud y la forma física (aeróbic, step, bodypump, bodycombat), la vivienda (jacuzzi, parking, office, hall) o la informática (email, chip, internet, modem, password, web, software

La utilización esporádica de la barra para señalar una disyuntiva, y/o; ciertos símbolos, como el amper-sand, &, en lugar de la conjunción copulativa y, y el logograma  para señalar (yo) amo (‘(I) love’). Además, en las fechas, la secuencia temporal del día, mes y año (por ejemplo, 2 de abril de 2025), que se transforma y se establece como 2055- 04-02.

Las siglas latinas a.m. (‘por la mañana’ < ANTE MERIDIEM, p.m. (‘por la tarde’ < POST MERIDIEM, o vs. (‘frente a’ < VERSUS);

Las abreviaturas con numerales en las que se da entrada al uso de letras en lugar de los superíndices a y o usuales en España por ej.: 1º → 1ero, 2º → 2do;

La apertura de una carta donde, tras fórmulas de tratamiento como “Estima- do/-a señor/-a”, se emplea una coma en lugar de dos puntos, colon.

Un análisis integral de las repercusiones del inglés en el español debería tener en cuenta también aspectos paralingüísticos y otros signos de la comunicación no verbal, como los gestos, como el índice y el dedo del corazón para señalar la V de victoria ‘victoria’, el pulgar y el índice para formar un círculo, entre otros, o la manga latinoamericana que en la década de los setenta fue reemplazada por el levantamiento vertical del dedo corazón en una postura ofensiva e insultante.

Para completar esta lista, es imprescindible citar tradiciones y ceremonias de procedencia norteamericana, como la celebración del Halloween, y días de auge comercial como el Black Friday y el Blue Monday (que nos conecta con nuestras rebajas de enero), y nuevos éxitos para marcar en el calendario conocidos como «anglicismos».

Otros efectos de este fenómeno

Tradicionalmente, la incorporación de términos foráneos en español, especialmente los de origen inglés, ha enfrentado oposición por parte de lingüistas y lexicógrafos, además de entidades sociales y políticas. La crítica hacia los anglicismos se fundamenta principalmente en su carácter exótico, característica que también distingue a las siglas. Por ende, no es inusual el rechazo sentido hacia ambos fenómenos durante el siglo pasado y durante el mismo periodo.

Sin embargo, el exotismo de las voces foráneas debiera analizarse no solo desde un punto de vista meramente lingüístico, como un «signo» que pertenece a un sistema, sino también desde una perspectiva más social, es decir, en un sentido simbólico, como un «signo social». Dado que son palabras derivadas de un idioma extranjero, pueden adquirir connotaciones especiales vinculadas con la idiosincrasia de sus hablantes y la situación política del país de procedencia.

Por lo tanto, los anglicismos hacen referencia a la supremacía de los países anglosajones, en particular los Estados Unidos, en la comunidad global, lo que puede generar posturas notablemente puristas, pero también nacionalistas. El efecto masivo de los idiomas foráneos, inicialmente el francés y posteriormente el inglés, en el español se inició en el siglo XVIII y ha provocado múltiples reacciones puristas y nacionalistas vinculadas a los periodos previamente citados.

En resumen, se puede afirmar que el debate acerca de la pertinencia de importar voces extranjeras provenientes del inglés llegó a su pico en español durante los años cincuenta y sesenta. Esto se debe a dos factores simultáneos: por un lado, se hizo evidente la emergente influencia política y cultural de Estados Unidos que se unió a su hegemonía militar después de la posguerra; por otro, el nacionalismo lingüístico originado por la nueva circunstancia y el contexto.

El crecimiento económico y social que experimentamos durante las dos décadas subsiguientes, sumado al avance científico-técnico y a la familiarización con idiomas foráneos que se dio a la velocidad de los progresos en la educación, hizo que el español sea más receptivo y tolerante ante la introducción de cualquier tipo de neologismo, incluso aquellos que, por su naturaleza más exótica, como los anglicismos, contradecían de manera evidente las normas morfológicas y fonéticas.

Sin embargo, sin olvidar la importancia de los préstamos que acompañan a nuevos modelos, la alerta persistió –y debe seguir persistiendo– ante la avalancha de voces incorporadas de forma innecesaria en textos que no son propios, tanto debido al esnobismo cultural y el amaneramiento que conduce el renombre del inglés y la cultura anglosajona, como por la posición lingüística del hablante favorecida por las deficiencias en el inglés y la cultura anglosajona.

A pesar de las nuevas posturas y el tono más receptivo ante la innovación léxica en el español contemporáneo, acorde con la perspectiva más descriptiva con la que actualmente se aborda el tema del cambio lingüístico, persiste el miedo y la postura de protección del idioma, especialmente entre las autoridades académicas.

Esto adquiere toda su relevancia en una era, tal como la contemporánea, en la que se intensifican los impactos de la modernización y la globalización ecológica y, junto con ellas, el impulso del inglés como lengua franca en las comunicaciones internacionales y en los más variados campos. En estas situaciones, es casi imprescindible documentar el léxico foráneo como guía de dirección para responder a las interrogantes del público en general y no únicamente del experto.

A este impulso responde la labor lexicográfica realizada a través del lanzamiento de diccionarios de anglicismos y extranjerismos, en los que las voces recolectadas se complementan con anotaciones e ilustraciones sobre su uso junto con sinónimos y traducciones, lo que representa sugerencias para su uso real y, en todo caso, como alternativas estilísticas.

Fuente principal:

Félix Rodríguez González. La introducción de los anglicismos en español: historia, actitudes, registro. Universodad de Alicante- España

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