Gabriel García Márquez, en numerosas de sus obras, narra los recuerdos de su infancia en su pueblo natal. El pueblo natal del escritor es Aracataca, una localidad del departamento de Magdalena situada en la zona Noreste de Colombia, cercana al mar Caribe. La fortaleza cultural de sus abuelos gallegos y la fortaleza cultural caribeña, donde nació y se crio el autor, le brindaron la oportunidad de mostrar características culturales de las comunidades de la costa caribeña, así como la cultura colombiana y latinoamericana.
La riqueza cultural caribeña fue sumamente importante en los tópicos de sus obras, ya que, hizo referencia a elementos relevantes de la cultura caribeña como una tradición cultural compuesta por elementos indígenas, europeos y africanos, la cual ha sido indeleble en la sociedad costeña colombiana. De esta manera, el estilo y las representaciones, en la obra de García Márquez, presentan elementos de la combinación de diversas culturas que influyeron en la región del Caribe colombiano.
Gabriel García Márquez y la cultura caribeña en sus obras se hace relevante debido a que marca su estilo literario (realismo mágico) y sus temáticas (la soledad, lo sobrenatural, entre otros aspectos). García Márquez es quien confirma esto al señalar: «Creo que el Caribe me brindó la oportunidad de contemplar la realidad de una manera diferente, a aceptar los elementos sobrenaturales como algo que se integra a nuestra existencia cotidiana». La cultura caribeña colombiana hizo de Gabriel García Márquez una figura relevante en el ámbito cultural.
El Caribe, la esencia de sus obras
Gabriel García Márquez solía señalar que «el Caribe es una zona en la que se establece una conexión perfecta entre el ser humano, el medio natural y la vida cotidiana» y afirmaba «me siento extranjero en todas partes, excepto en el Caribe». En esta región, no solo de Colombia, sino también en todo el Caribe, el escritor se sentía satisfecho porque coincidía con su temperamento, su personalidad, su forma de observar la vida, además de la informalidad de sus habitantes, el sentido del humor siempre en flor de piel (más conocido como mamagallismo), la actitud desmedida y cálida de los caribeños.
Desde sus primeros relatos hasta su última novela, con escasas excepciones, el área geográfica de sus protagonistas se encuentra en esta extensa zona de América Latina, un crisol de razas y culturas, donde el escritor siempre se encontraba con sus fuentes, su tradición oral de mitos y leyendas, así como la poesía popular de sus boleros y la música vallenata.
No es sorprendente que desde «La hojarasca» (1955), su primera novela, surgieron los primeros esbozos de Macondo, el pueblo imaginario que recordaba a su nacimiento en Aracataca, durante la tormenta del banano y su posterior decadencia. Se anticipan en ella personajes como el coronel Aureliano Buendía y un grupo de elementos circunstanciales que integrarían Cien años de soledad, su novela más conocida, más universal.
.En 1961 escribió en Paris la novela, “El coronel no tiene quien le escriba”, bajo condiciones de extrema penuria, presenta como escenario a Sucre, un pueblo de La Mojana, conocido como el país de las aguas por sus numerosos caños y ciénagas, donde convivió en diversas épocas de juventud con su familia. Se trata de un lugar lleno de leyendas exóticas y personajes curiosos que Gabo podría asimilar a algunos de sus relatos, crónicas y novelas. El protagonista de esta aventura, sin embargo, es su abuelo materno Nicolás Ricardo Márquez, a quien recordaría esperando inútilmente durante toda la vida su pensión como coronel retirado.
Asimismo, se ubica aquí su novela “La mala hora” (1962, su título original era Este pueblo de mierda), la cual narra la tensión e incertidumbre de un pueblo, Sucre, sometido a panfletos anónimos que, con calumnias e infundios, tratan de revelar las profundas conexiones de sus habitantes. Gabo había señalado en aquella época que «la literatura colombiana es un inventario de muertos», refiriéndose a la numerosa cantidad de obras sobre la violencia que había generado la tumultuosa disputa por el botín político entre liberales y conservadores, pero limitándose a elaborar un recuento de sus atrocidades sin una mínima dosis de poesía.
Se planteó, entonces, producir una novela que, sin abordar de forma directa la violencia partidista, abordara este fenómeno social desde una perspectiva aleatoria, reflexionara sobre este fenómeno social desde un enfoque aleatorio, la metáfora de un pueblo dispuesto a sufrir las consecuencias de la violencia sin ensangrentar sus páginas con un reguero de víctimas.
En una magnífica combinación de literatura y periodismo, Gabo aborda otra novela que también se encuentra protagonizada en Sucre. “Crónica de una muerte anunciada”; la cual, se fundamenta en un suceso ocurrido cuando Cayetano Gentile, el nombre real de su personaje Santiago Nasar, fue acusado de haber deshonrado a una joven maestra de Chaparral (caserío cercano a Sucre) Para salvaguardar el honor adquirido, sus hermanos asesinan a Gentile con golpes. Aquí también Gabo ubica la novela en el contexto de la violencia generalizada que experimentaba el país durante la época del crimen.
En esta novela culmina el ciclo narrativo de Sucre, y retomamos el Caribe de Gabo en Aracataca con «Cien años de soledad» (1967). La novela ha sido denominada por algunos críticos como La novela de América, o del mundo, debido a que muchas sociedades con culturas distintas se identifican con la vivencia de Macondo. En esta novela se puede apreciar con nitidez la vena poética de Gabo mediante el realismo mágico, que es la narración de sucesos fantásticos como si fueran de ocurrencia habitual o cotidiana, o, como la definió Gabo en ocasiones, contarlos con «cara de palo», es decir, sin inmutarse.
García Márquez señaló en diversas ocasiones que él se encontraba trabajando en esta novela desde su infancia con el título de La Casa, un trasto interminable y claustrofóbico que no podía cuajar, hasta que su madre lo invitó a acompañarla a vender la casa de Aracataca en 1950. En aquel lugar, se encontró con un pueblo gélido y polvoriento, sumido en la miseria y la desesperanza que lo obligó a reflexionar sobre el trayecto que llevaba hasta ese momento para transformarla en una metáfora que narra la vivencia de Macondo desde su fundación hasta su desintegración con la muerte del último integrante de la familia Buendía.
Tuvieron que transcurrir 15 años, durante los cuales estuvo investigando sus detalles hasta lograr la solución clara durante un viaje entre la ciudad de México y Cuernavaca. Gabo nunca ha ignorado la influencia de su abuelo, el coronel Nicolás Ricardo Márquez, quien lo llevó a descubrir el hielo, ni de su abuela Tranquilina Iguarán Cotes, quien solía entretener sus tardes con cuentos de fantasmas y apariciones, así como el libro manuscrito que encontró en un antiguo baúl de su residencia de Aracataca: Las mil y una noche.
La presencia sentida del caribe colombiano se encuentra también en el dictador de «El otoño del patriarca» (1975), novela que aborda la vivencia de Juan Vicente Gómez, quien estableció un gobierno autoritario en Venezuela durante casi 30 años. Más que en ninguna otra obra de Gabo, el uso de hipérbole resalta el exagerado y brutal régimen de los dictadores que han asolado a América Latina con interminables y sangrientas represiones.
Gabo la definió como «un poema acerca de la soledad del poder», y con ella trató de romper los esquemas adquiridos durante Cien años de soledad para experimentar con una sintaxis novedosa de largos párrafos sin marcadores de puntuación, alteró los tiempos y evocó las más insólitas imágenes para describir la crueldad de esos déspotas, quienes durante largos años dominaron la vida y fortuna de los ciudadanos.
En la extensa obra narrativa de Gabo se encuentra también un ciclo que se encuentra vinculado únicamente a Cartagena de Indias, ciudad caribeña por antomasia, y a él pertenecen “El amor en los tiempos del cólera”, los amores contrariados de Florentino Ariza y Fermina Daza, personajes que rememoran el amor prohibido que experimentaron sus progenitores, y la novela “Del amor y otros demonios” (1994) que evoca la vivencia de Sierva María de Todos los Ángeles durante la época colonial, no obstante, en el trayecto se genera un amor frustrado por la intolerancia de la iglesia católica y el Santo Oficio, lo cual termina con la muerte. En ambas obras se estremecen las callejuelas adoquinadas, se respira el aire gélido y se escucha la brisa del mar Cartagenero.
Finalmente, también es importante señalar que, su evocadora crónica narrativa «Relato de un náufrago» (1955) cuenta las travesías del marinero Luis Alejandro Velazco que cayó al mar Caribe y estuvo durante 10 días sin ingerir ningún tipo de alimento ni beber. La novela histórica «El general en su laberinto» (1989) se centra en las aguas y puertos del río Magdalena y comienza con la muerte de Simón Bolívar en la hacienda San Pedro Alejandrino de Santa Marta, ciudad caribeña por excelencia; así como «La asombrosa y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada» (1978) se produce en la península caribeña de La Guajira, y “Memoria de mis putas tristes” (2004) transcurre en el puerto de Barranquilla.
Fuentes:
Eduardo Márceles Daconte, El Caribe De Gabriel García Márquez. Conferencia dada el 12 de mayo de 2014 en el Instituto Cervantes de Estambul.
Salazar Basantes Richard Alexander, Análisis del discurso social y político de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Representaciones de la cultura campesina caribeña. UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR, Quito 2019