Buscar
Síguenos
Buscar
Síguenos
La tragedia de los comunes: Sobreúso del capital natural

La tragedia de los comunes: Sobreúso del capital natural

La tragedia de los bienes comunes describe una situación en la que individuos motivados únicamente por su propio interés terminan abusando de recursos limitados que comparten con otros individuos. Esta tragedia refleja conflictos sociales sobre el uso de recursos públicos (como peces marinos, pastos, bosques, entre otros.) donde los intereses personales entran en conflicto con los intereses públicos. Cuando los individuos hacen un uso excesivo de los recursos públicos, el bienestar social a menudo se reduce e incluso los individuos que causaron el uso excesivo resultan perjudicados.

Desde finales del siglo XVIII y principios del XIX, casi al mismo tiempo que la Revolución Industrial transformó el mundo, el problema de la sobre explotación se ha abordado seriamente. A medida que la humanidad avanza con gran optimismo hacia la industrialización y la producción en masa, muchos otros científicos se preocupan por si habrá suficientes recursos para satisfacer nuestras necesidades y se preguntan si estos recursos eventualmente llegarán a ser escasos.

Robert Malthus fue uno de los críticos que protestaron contra la insuficiencia de la capacidad de la Tierra para satisfacer nuestras necesidades. Publicó su famoso tratado sobre el principio de la población en 1798, en el que analizaba sus diversos problemas y en el que afirmaba que, el crecimiento descontrolado de la población mundial tendrá graves consecuencias.

Al parecer, el trabajo de Malthus fue duramente criticado, principalmente por la falta de evidencia científica que respaldara sus predicciones. Sin embargo, el texto de Malthus marca el inicio de un enfoque sostenido sobre las consecuencias reales de la falta de regulación y la consiguiente erosión del uso eficiente de los recursos públicos del libre desarrollo.

En 1968, Garrett Hardin publicó un artículo titulado «La tragedia de los comunes» en la prestigiosa revista Science. En este artículo, Harding plantea un escenario en el que un gran número de individuos, impulsados ​​por el interés propio basado en la independencia conductual y la racionalidad, eventualmente agotan y destruyen los recursos comunes para uso público, creando una situación catastrófica para toda la sociedad, lo que lleva a su extinción.

Hardin Destaca la falta de una regulación efectiva de los bienes comunes que se utilizan a gran escala y sin restricciones, enfatizando la idea de que nadie que promueva el agotamiento de los bienes comunes querría tal resultado. Desde este entendimiento, podemos definir la tragedia de los bienes comunes como una situación en la que hay una falta de incentivos para evitar el uso excesivo y el agotamiento de los recursos comunes, porque si los recursos no pertenecen a nadie, nadie los considerará.

Este ecólogo estadounidense, aborda la problemática de la sobreexplotación con un ejemplo , un pastizal cuyo uso es compartido entre varios pastores, donde cada uno tiene un número dado de animales. En el decurso de sus actividades los pastores observan que a pesar del uso primigenio que le están dando al pastizal, queda todavía una extensa superficie de pasto no consumido, lo que les hace pensar que se podría alimentar a una mayor cantidad de animales.

Por lo tanto, inspirados por la lógica racional y guiados por el interés personal, han aumentado el número de su ganado. Sin embargo, debido a la expansión de los pastizales, se ha superado su capacidad para proporcionar alimento suficiente a los animales. Como resultado, todos los animales mueren debido al agotamiento de los recursos o a la sobreexplotación. La destrucción de recursos y la imposibilidad de seguir usándolos es la tragedia que Harding describe en el artículo, usándolo como ejemplo para analizar la relación entre emancipación y compromiso.

Podemos concluir que el autor propone la idea de que el crecimiento de la población, independientemente de los recursos, debe controlar primero su uso y, por último, el número de personas que pueden sobrevivir con ellos.

El autor también destaca el aspecto del poder de la racionalidad económica. Describió el comportamiento de los pastores, señalando que cada pastor creía posible aumentar el número de cabezas de ganado, a pesar de saber que tal comportamiento implicaría costos adicionales para la sociedad: el pastor que aumentaba la cantidad de cabezas de ganado recibía beneficios adicionales. Los costos de utilizar pastizales más grandes son compartidos por otros habitantes del hábitat, creando externalidades para ellos en el futuro.

El análisis de Harding se centra en el uso de recursos naturales vastos pero limitados, como la atmósfera o los océanos, y lo contrasta con el problema de la contaminación, que él ve como el costo social compartido de la falta de legislación. El uso de recursos públicos, consecuencia de las normas de derechos humanos desde la adopción de la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1945, es la base de la lógica que sustenta el libre uso de los recursos públicos; según Hardin, sólo puede conducir a una destrucción generalizada.

De hecho, el autor explora más a fondo la relación institucional entre los principios de libertad, necesidad y responsabilidad y concluye que las consecuencias de los excesos son el resultado de un abuso irrestricto y restrictivo resultante del uso excesivo de derechos. La protección de los recursos naturales y el crecimiento excesivo de la población pueden evitarse adoptando normas que promuevan la restricción gradual de ciertos derechos o libertades (principalmente los derechos reproductivos).

El poder de la iracionalidad económica

Cuestionamientos al paradigma de Hardin

Las críticas al modelo de Hardin han llegado desde diversos frentes. Especialmente destacable es la crítica del modelo de actor racional de la teoría económica tradicional, como optante mecánico que opera sobre funciones sujetas a maximización restringida (homo economicus), que está en la base del modelo que describe Hardin.

Básicamente, las críticas apuntan a la necesidad de perfilar mejor el modelo metodológico incorporando el reconocimiento de limitaciones en la racionalidad (conocimiento) y en capacidad de razonamiento (emociones). Se trataría de explorar el modelo para situaciones en las que, por ejemplo, el cálculo racional es limitado, el horizonte temporal es cortoplacista y el universo de efectos está restringido. En este contexto, puede existir incapacidad para desarrollar un comportamiento estratégico que conduzca a esquemas pautados de comportamiento (instituciones) como los que, se supone, pueden acabar evitando la “tragedia”.

No se trataría sólo de argumentar la crítica formal al modelo tradicional de actor económico. Se trataría, por ejemplo, de perfilar modelos de racionalidad de segunda generación o más realistas, en los que tenga cabida el elemento específicamente humano de libertad y empresarialidad, la capacidad humana de acción y no sólo de reacción, además de la función del capital social.

Se trata de entender la “acción humana” como capaz de “trascender”: de reconocer el contexto y la estructura de incentivos de una situación conducente a situaciones indeseadas (“Individuals cannot act contrary to the incentives of the situation”) y de redefinir las normas (a nivel institucional, e incluso constitucional) de forma que cambien los incentivos en la dirección deseada o se excluyan formalmente determinadas soluciones destructivas.

Consecuencias de la tragedia

La literatura está dividida sobre la causa de la «tragedia». Algunos autores creen que la causa radica en el sistema jurídico de los derechos de propiedad o en algunas consecuencias prácticas que surgen de la gestión (normas de gestión) del sistema de propiedad (y que conduce a que el bien, al margen de que fuese de propiedad privada o colectiva, se trate o gestione “como si fuera común”). Otros insisten en que el motivo es otro.

La literatura tradicional tiende a centrarse y discutir ampliamente la primera situación, argumentando que la causa de la «tragedia» es la propiedad estatal. El supuesto implícito es que los recursos son públicos y el capital para desarrollarlos es privado. La solución «política» a este problema consta de dos opciones:

  1. Privatización de las tierras estatales, preservación de la propiedad privada de los factores de producción;
  2. Uso de factores públicos de producción, socialización del uso de recursos públicos

Se considera ampliamente que la privatización de las tierras estatales es la solución. También se argumenta que el fracaso de la privatización se debe a dificultades técnicas, y resolver estos problemas permitiría privatizar todo lo que actualmente es de dominio público o sin amo (ballenas, aves migratorias, incluso la capa de ozono) y poner fin a la «tragedia.

Pero la privatización, que ha funcionado como solución en numerosos casos, no evita en toda la tragedia. La investigación empírica demuestra que el capital privado también puede sobreexplotar y agotar un recurso privado. De hecho, ocurre así incluso en casos en los que no existe incentivo para invertir el producto obtenido de la explotación en otra empresa.

En cuanto a la «explotación socializada», en muchos casos se ha demostrado que esta opción es ingenua, poco práctica para la virtualidad real del Estado o de la administración burocrática (basada en décadas de investigación teórica y empírica sobre la elección pública), un punto de referencia de fracaso/progreso en cuestiones ambientales en diferentes sistemas, teoría económica ambiental y ecología de mercado).

Desde el otro extremo (el “privatizador”), se presupone en cambio, de modo no menos acrítico, que la propiedad comunal del recurso o del capital, o su gestión colectiva, han de traducirse necesariamente en desinterés por su conservación. No otro es el sentido, en este contexto, de la afirmación tradicional: Lo que es del común es del ningún

En este sentido, es habitual sugerir que la causa de la tragedia podría estar en que el recurso se gestionase “como si fuera común”. Pero la tragedia puede sobrevenir en casos en los que el bien ni es comunal ni se gestiona como si lo fuese. Es más: puede surgir, y de hecho surge, en casos de recursos, indistintamente privados o públicos, en los que el objetivo declarado de sus gestores, indistintamente privados o públicos, es evitar la degradación del recurso.

Fuentes:

Mª José Aracil, Federico Basañez. La tragedia de los comunes: estudio mediante un modelo de simulación. Universidad de Sevilla-España

Luis Daniel Zubiaurr Traverso. Comentarios al artículo de la Tragedia de los Comunes” de Garret Hardin. Maestría en Derecho y Economía, Universidad de Buenos Aires-Argentina

Únete a la discusión

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Menu