Los menonitas son una congregación anabaptista cristiana (comunidad de fe) que surgió en la Europa Oriental durante el siglo XVI. Su nombre proviene de Menno Simons, un líder religioso, y se distinguen por su énfasis en el bautismo de adultos, su vida humilde y su dedicación a la paz, rechazando la violencia y la actividad militar.
Usualmente se tiende a clasificar a los menonitas en varios grupos, que se diferencian entre holandeses, prusianos, suizos, alemanes, rusos y norteamericanos. No obstante, únicamente existen dos grupos principales de los que provienen todos los demás: los originarios de Alemania del norte y los Países Bajos, y los que provienen de Alemania del sur y Suiza.
Estas comunidades empezaron a emigrar a otros lugares del mundo debido a situaciones complicadas vinculadas a su modo de vida y el anhelo de mantener sus creencias religiosas, corroborando un patrón que siempre se replica, más o menos de la misma forma: la aparición de presiones políticas en el lugar en el que residen; la búsqueda de un nuevo espacio donde poder residir; la promesa de tolerancia la promesa en otro lugar a cambio de sus destrezas agrícolas; su asentamiento en una nueva casa y la aparición de nuevas presiones con el tiempo.

Un poco de su Historia
Desde la aparición de la religión menonita, sus miembros se oponían a aceptar la noción de un Estado de fe, a apoyar la guerra y el servicio militar. Por lo tanto, los regímenes católicos y protestantes europeos los vieron como subversivos, comenzando una persecución contra ellos durante los siglos XVI y XVII.
Al tener conocimiento del hostigamiento ejercido contra los menonitas de Países Bajos y su necesidad de encontrar refugio en algún sitio, el gobierno de Polonia los convocó en 1565 a instalarse en la zona que circundaba la ciudad de Danzing (Gdansk), próxima al río Vístula.
Para obtener la cesión de tierras, la garantía de tolerancia religiosa y protección, los menonitas debían dejar la tradición textil y urbana que cultivaron en Holanda y transformarse en agricultores. Se les asignó la tarea de edificar diques para mitigar las inundaciones provocadas por el Río Vístula y convertir zonas vírgenes en zonas de cultivo.
Además, el gobierno de Polonia les prohibió residir en las ciudades debido al miedo de que evangelizaran a sus habitantes. Por su falta de experiencia en el sector y las tareas arduas que tuvieron que llevar a cabo, el 80% de los menonitas que se trasladaron a este sitio perdieron la vida. Así pues, se asentaron en donde pudieron, aunque usualmente se asentaron a lo largo del río.
La mayoría de esos individuos residían aislados de sus vecinos; no existía el asiento o centro de las habitaciones, por lo que la comunidad se percibía más como un lazo espiritual, menos basado en la aldea, que en la vinculación de índole religiosa. En ese contexto, todavía no residían en los campos ni en las comunidades que habitualmente asociamos con ellos.
Tras la distribución inicial de Polonia en 1772 entre Rusia, Austria y Prusia, esta última obtuvo el control de la región. En 1740, Federico II, «El Grande», asumió la corona de Prusia y en su mandato implementó varias políticas para reestructurar el Estado. Por ejemplo, el monarca consideraba imposible apartar a un grupo de la protección del país; además, consideraba que debía tratar a todos sus súbditos de la misma manera. Dado que el territorio que Federico II tomó comprendía la mayor parte del territorio donde residían los menonitas, estas políticas tuvieron un impacto significativo en ellos.
La presión por asimilarse llevó a que en 1750 iniciaran el uso del alemán, el idioma oficial de Prusia, aunque en su comunicación cotidiana siguieron utilizando el Plautdietsch o alemán bajo. No obstante, no admitieron su involucramiento en el servicio militar. A cambio de conservar este privilegio, los menonitas se vieron obligados a abonar un impuesto anual de 5 mil monedas de plata, que se utilizaba para respaldar la academia militar prusiana.
Sin embargo, tras la muerte de Federico el Grande en 1786, el recién instaurado gobierno prusiano, encabezado por Federico Guillermo II, presionó a los menonitas a tomar las armas y involucrarse en las batallas contra los austriacos y franceses. Dado el estado de conflicto bélico en el que se encontraba Prusia, se inició un proceso de unificación nacional, que se distinguió, entre otros aspectos, por la creciente limitación a las actividades de los menonitas. Por lo tanto, los integrantes más tradicionalistas de este grupo religioso empezaron a explorar otro sitio donde poder establecerse y ejercer sus creencias religiosas sin la intervención del Estado.

En suelo ruso
A finales del siglo XVIII, Catalina II, también llamada Catalina «La Grande», envió invitaciones a los agricultores europeos para que asentaran en las zonas del sur del imperio (hoy en día Ucrania). Debido a la reputación que los menonitas habían adquirido como excelentes agricultores en Prusia, se les ofreció la oportunidad de instalarse en la provincia de Ekaterinoslav, próxima a las costas de los mares Negro y Azof.
Para persuadirlos, les prometió respetar los mismos privilegios que disfrutaban en Prusia: la preservación de su lengua, la autonomía en educación y religión, y la dispensa de la obligación de pagar impuestos y del servicio militar. Así, en 1789 se estableció el primer asentamiento de Menonitas a lo largo del río Dnieper, en el Valle de Chortitza, con colonos en su mayoría originarios de Danzing.
Tiempo después, lograron conseguir el permiso del gobierno de Rusia para instalarse en otras zonas. Por lo tanto, en 1804 se estableció la segunda colonia, Molotschna, y en 1836 se crearon más colonias conocidas como Berdiansk y Bergthal, situadas al norte del mar Azov. En 1864, se estableció la colonia Fürstenland, ubicada en la región de Taurida.
Estas colonias prosperaron gracias a la liberalización de extensas áreas para la siembra de cultivos como el trigo y otros cereales. Sin embargo, a causa de su progreso económico, empezaron a enfrentarse con los grupos de individuos que los circundaban, entre los que se incluían: cosacos, tártaros Nogai, rusos ortodoxos, pacifistas cristianos, gitanos, comerciantes judíos y otros colonos alemanes luteranos y católicos romanos.
En particular, las comunidades de nómadas y gitanos provocaron un estado constante de violencia e inseguridad en los asentamientos menonitas debido a los hurtos y homicidios perpetrados contra los colonos. Así, los menonitas comprendieron que el modo de vida que habían adoptado de Prusia, que implicaba el trabajo en granjas aisladas y dispersas por la región, no les brindaba la seguridad adecuada.
Por lo tanto, comenzaron a reunirse en aldeas y a dibujar sus colonias de la manera en que les es propio en la actualidad. En otras palabras, con una calle principal que abarca de 20 a 40 viviendas a ambos lados, y con la iglesia y la escuela situadas en el corazón de la villa.
La llegada al poder del zar Alejandro II en 1855 marcó el comienzo de una política orientada a robustecer las estructuras nacionales del imperio. Para alcanzar este objetivo, se instauraron una serie de reformas: la abolición de la servidumbre; la fundación de la Asamblea Rusa; la obligatoriedad del servicio militar y el uso del idioma ruso en todas las instituciones educativas.
Estas normativas afectaron directamente el modo de vida de las comunidades menonitas. Así, en 1870, o sea, casi 100 años tras su implementación, el gobierno ruso optó por eliminar los privilegios otorgados por Catalina II. Por ello, algunos líderes menonitas de los grupos más tradicionales empezaron a explorar las oportunidades de fundar nuevas colonias en el continente americano.

Los asentamientos en el norte de América
En respuesta a la urgencia de colonizar sus extensos territorios, los gobiernos de Canadá y Estados Unidos se comunicaron con representantes de la comunidad menonita al conocer sus anhelos de emigrar a otras regiones. Por lo tanto, algunos de ellos empezaron a trasladarse a América en 1874.
En realidad, cerca de 10 000 de los menonitas rusos se establecieron en los estados de Kansas, Minnesota, Nebraska y Dakota del Sur, ya que creían en mejores posibilidades económicas, en condiciones adecuadas para seguir con sus labores agrícolas y en que el gobierno de Estados Unidos honraría sus creencias religiosas. Además, ese país tenía el beneficio de tener una comunidad de menonitas desde 1683.
En cambio, en 1873, un representante del imperio británico convocó a los menonitas a instalarse en el Dominio de Canadá, especialmente en la provincia de Manitoba, y les aseguró que el gobierno honraría las concesiones que habían disfrutado hasta entonces en otras áreas. Por lo tanto, entre 1874 y 1880, cerca de 7 000 menonitas más tradicionales dejó Rusia y se asentaron en las Reservas del Este y del Oeste de la provincia de Manitoba, situadas a ambos lados del río Rojo, que representaban más de 500 mil hectáreas de territorio.
El primer establecimiento colonial fue el de Manitoba, situado al sur de Winnipeg. A partir de 1890, con el permiso del gobierno de Canadá, algunos menonitas empezaron a emigrar hacia los Territorios del Noroeste, en las provincias de Alberta y Saskatchewan. Primero se establecieron en la zona de Hague-Osler, al norte de Saskatoon, y posteriormente establecieron otra colonia cerca del poblado de Herbert, al oeste de Regina. En 1900, un grupo de menonitas establecieron su residencia en una región semiárida al sur del pueblo de Swift Current, en la provincia de Saskatchewan.
En los primeros años de su arribo a Canadá, los inmigrantes menonitas empezaron a agruparse en tres grupos diferentes: los Altkolonier, que eran principalmente de Chortitza y Füsterland y se establecieron en la Reserva Oeste; los Sommerfelder, conocidos como todos los grupos conservadores que emigraron de Berghtal, y los Kleine Gemeinde, que provenían de Molotschna.
Estos dos últimos fundaron colonias en la Reserva Este y siempre se mostraron más receptivos a la transformación, dado que formaban comunidades más avanzadas y liberales. En particular, el conjunto de los Altkolonier se empeñó en demostrar su fidelidad a la ortodoxia menonita, manteniendo el modelo de asentamiento tradicional; el sistema educativo; el idioma; la manera de cantar los himnos en la Iglesia y, en general, el estilo de vida que empezó a evolucionar desde Chortitza.


La defensa de sus tradiciones
Los menonitas de la Antigua Orden, al trasladarse a los distintos países previamente mencionados, llevaban consigo su estilo de vida y su forma de asentamiento de un sitio a otro. Estos abarcaron la magnitud de cada área, ubicación de los edificios, arquitectura, gestión local e instituciones como los seguros privados contra incendios, las instituciones educativas y las iglesias. En realidad, los asentamientos eran colonias hermanas trasladadas a un entorno completamente nuevo.
Particularmente en Rusia, donde empezaron a formar sus colonias tal como las conocemos hoy en día, otorgaron a la Iglesia un rol más relevante como reguladora de todos los aspectos de su vida cotidiana, con la finalidad de preservar sus costumbres y preservar el orden en cada pueblo. En consecuencia, las colonias se transformaron en comunidades autosustentables y los menonitas se establecieron como una minoría religiosa, pero también como una minoría étnica.
Desde este instante, empezaron a ejercer sus rituales y costumbres tal como las entendemos hoy en día. En realidad, estos poco han cambiado con el paso del tiempo, ya que los menonitas de la Vieja Orden han intentado preservarlos con el objetivo de mantener su modo de vida sencillo y lo más vinculado posible a lo que ellos ven como las enseñanzas de Cristo.

Los menonitas modernos
Los menonitas de hoy, en general, se han adaptado a la vida moderna, aunque manteniendo sus raíces religiosas y culturales. Muchos ya no usan el idioma alemán, sino el del país donde viven, y adoptan avances tecnológicos y sociales. Aunque siguen manteniendo sus creencias y valores, los menonitas modernos han integrado elementos de la cultura y el estilo de vida del país donde residen.
Algunos colectivos menonitas se han incorporado más a la sociedad, mientras que otros llevan una vida más aislada y se centran en la agricultura. Además, se involucran en eventos sociales, humanitarios y religiosos, y aportan a la economía local mediante la actividad agrícola y ganadera. Aunque los menonitas se han adaptado a la vida moderna, conservan su identidad cultural, que incluye vínculos familiares, la utilización de dialectos y tradiciones ancestrales.
Se distinguen por una intensa fe y un fuerte rechazo hacia la tecnología que se ha ido debilitando con el tiempo.. A pesar de haber conseguido alejarse de los progresos sociales durante siglos, su comunidad actualmente se encuentra ante una amenaza existencial. Su estilo de vida y sus principios están en un proceso de cambio, o incluso de extinción, bajo el impacto de un mundo contemporáneo y globalizado.
Este conflicto representa, a sus ojos, una lucha casi bíblica e inevitable. Esta batalla entre el bien y el mal que define la filosofía de vida menonita encuentra una aplicación concreta en el siglo XXI: el choque entre la tradición y un estilo de vida austero frente a las tentaciones de la existencia moderna. La lucha de los menonitas plantea un dilema, en esta época, el triunfo de lo espiritual sobre lo material.
Fuente principal:
Lucero García Reyna. “EL RESENTIMIENTO HACIA EL OTRO. LOS MEXICANOS Y LOS MENONITAS FRENTE AL REPARTO AGRARIO, LAS EPIDEMIAS, LOS ENTIERROS Y LA LOCALIZACIÓN DE CEMENTERIOS, 1921 1927”. Instituto de Investigaciones Dr. María Luis Mora. México, D.F. septiembre de 2014.