La Navidad es la festividad más popular de todo el calendario cristiano, pero no es como la conocemos hoy, porque sus raíces se pueden encontrar en tradiciones antiguas, aunque se celebra un evento específico, el nacimiento de Jesús en Belén, con el paso del tiempo las manifestaciones sufrieron un proceso de simbiosis con las tradiciones paganas y se volvieron complejas, a partir de elaboraciones desarrolladas en la teología y su expresión pública y popular.
Por ello, se intenta hacer un rastreo de la Navidad y los lugares santos desde el momento de su aparición, es decir, desde el siglo IV, hasta el momento en que tomaron su forma definitiva. La mayoría de los historiadores coinciden en una cosa: las fechas del 25 de diciembre y el 6 de enero no se basaron en la tradición histórica.
La Navidad y su día.
¿Por qué se celebra el cumpleaños de Cristo el 25 de diciembre? Nos enfrentamos a dos hipótesis: o la fecha fue elegida como resultado de especulaciones, o la festividad fue creada bajo la influencia de rituales paganos. Respecto a la primera hipótesis, algunos expertos creen que la fecha del nacimiento de Jesús se deriva de su muerte. Según una antigua creencia, Cristo murió el 25 de marzo, que se elige porque coincidía con el equinoccio de primavera, es decir, según una idea muy común, el mundo será creado el mismo día.
Por tanto, la encarnación se produciría el 25 de marzo, y Cristo nacería nueve meses después, el 25 de diciembre. Otros investigadores llegaron a conclusiones diferentes y establecieron una relación entre la encarnación y la creación del mundo, sugiriendo que el sol fue creado el 28 de marzo, el cuarto día, y no el 25 de marzo. Los antiguos no estaban particularmente preocupados por la precisión científica, sino por las ideas populares. Y al público nunca se le ha ocurrido que los meses pasados en el útero de la madre deberían sumarse a la edad de una persona. En resumen, necesitamos especificar otras fechas del nacimiento de Jesús, como el 20 de mayo.
Por otro lado, la segunda hipótesis que se menciona determina la influencia de los rituales paganos en la elección de este día. Debemos tener claro que en los siglos III y IV la iglesia estaba en completa competencia con el paganismo. No se trata sólo de predicar doctrina, debemos procurar que ésta impregne la vida y erradique estos cultos que están profundamente arraigados en las costumbres y la sociedad actual. Por tanto, la elección del 25 de diciembre como fecha del nacimiento de Jesús se basó en el simbolismo del solsticio de invierno, festividad celebrada por todas las religiones antiguas. La segunda hipótesis se basa en dos fiestas esencialmente paganas:
Saturnalia: una fiesta celebrada en la antigua Roma en honor al planeta Saturno. Cubren el período 17-23. Diciembre, que celebra el fin de la oscuridad. Desde entonces, los días se han vuelto más largos y las noches más cortas. En esta etapa terminó el trabajo y los amigos intercambiaron regalos y saludos; los esclavos eran liberados y servidos por sus amos, comía y bebían sin restricciones, relajando su moral hasta desaparecerla.
El origen de esta actividad social parece estar relacionado con el trabajo en el campo, pues las labores de siembra terminaron y los trabajadores, se tomaban un merecido descanso, se felicitaban por los frutos de su trabajo y confiaban en los agricultores. Los dioses permitían que el proceso natural se desarrollara sin problemas, lo que eventualmente conduciría a una valiosa cosecha. Según el mito, Saturno fue desterrado del Olimpo por Zeus y fue bien recibido en el Lacio hasta que fue proclamado rey. Luego estableció un gobierno pacífico y próspero llamado la «Edad de Oro», una época en la que dioses y mortales coexistían. Este festival fue creado para conmemorar esta época.
El Festival «Sol Invictus»: después del otoño, la duración de la oscuridad durante el día supera significativamente la jornada diaria; Después del solsticio de invierno, los días comienzan a alargarse, dando paso a la noche. El significado que los cristianos dan a un día tan importante es obvio: el nacimiento de Cristo, lo cual, simboliza una nueva esperanza para el ser humano y el comienzo de una humanidad renovada.
El mitraísmo fue una religión de origen místico que se extendió por todo el Imperio Romano entre los siglos I y IV d.C. Entre ellos adoraban a un dios iraní llamado Mitra y recibían un implante especial entre los soldados romanos. Los Misterios de Mitra dieron al Sol un lugar importante, y esto fue alentado por el establecimiento del culto al Sol como deidad oficial por Aureliano en 274. El insuperable dios sol de Aureliano no buscaba reemplazar a ningún dios romano ni imponerse a la población provincial, pero su culto como gobernante mundial estaba claramente establecido. Al mismo tiempo, se desarrolló una teología solar completa en colaboración con los neoplatónicos.
En ese momento, el culto se había convertido en un «puente» entre el paganismo y el cristianismo. Constantino adoraba al sol invencible como dios supremo. El propio emperador está representado en el arte con una cabeza que emite luz y se identifica con él. Su conversión del politeísmo al cristianismo no fue repentina, sino el descubrimiento de que el Dios Supremo (el Sol o Apolo) era el Dios cristiano. A principios del siglo IV d.C., y especialmente a partir del llamado Edicto de Milán (313), el monoteísmo cristiano comenzó a equipararse con el paganismo tradicional. Gran parte de la población de Roma abandonó progresivamente el antiguo politeísmo (enriquecido con aportaciones de los cultos orientales) en favor de una nueva religión que reconocía la existencia de un solo Dios.
En el año 350, el Papa Julio I convocó la celebración de la Natividad de Cristo el 25 de diciembre, lo cual, el Papa Liberio proclamó en el año 354. Fue en el año 379 cuando el país se separó oficialmente del paganismo y poco después pasó a ser súbdito del imperio mediante un edicto de Tesalónica (380), expedido por el emperador romano Teodosio, quien se vio obligado a convertirse a la fe cristiana.
También nos hacemos preguntas sobre el año del nacimiento. Dionisio, el Exiguo, fijó el año 753, año de la fundación de Roma, como el año del nacimiento de Jesucristo. Luego llamó a este año el primero de la era cristiana. Este nuevo calendario se volvió cada vez más importante primero entre los cristianos y luego en el mundo secular. Estudios posteriores demostraron que Cristo nació varios años antes de lo que habían estimado los monjes.
Según estos estudios, Jesús habría nacido durante el reinado de Herodes el Grande. El Evangelio y el historiador Macrobio dicen que Herodes murió poco después de matar al Niño Jesús. También sabemos que Herodes el Grande murió en Roma en el año 750 d.C., según el historiador Flavio Josefo. Por lo tanto, Jesús debió haber nacido antes de este año.
Por otro lado, según San Lucas, Jesús contaba unos treinta años cuando fue bautizado. Como San Juan Bautista comenzó su ministerio el año 15 del reinado de Tiberio, tenemos un punto de referencia. El año 764 de Roma es la fecha más probable del principio del reinado de Tiberio. Si añadimos 15 años para llegar al ministerio de San Juan Bautista, estamos en el año 779 de la fundación de Roma. Si para entonces Jesús tenía treinta años, Él nació el 749 de la fundación de Roma, es decir 4 años antes de lo calculado por Dionisio. Entonces, la fecha del nacimiento de Jesús sería el año 4 a.C.
Hábitos navideños
El origen de la cena de Nochebuena y de la comida del día de Navidad, es casi tan viejo como la propia fiesta. Estos ágapes, entroncan directamente con los banquetes que los romanos hacían durante la celebración de las Saturnales con las que recibían el Año Nuevo, y que igualmente, tenían un carácter festivo y propiciatorio. Cierto es que los platos que se servían durante el Medioevo debían variar mucho con respecto a los que consumimos hoy día e incluso diferían entre unas clases sociales y otras.
La dieta de la mayor parte de los europeos, se compuso durante muchos siglos de pan, hortalizas, verduras, legumbres secas, carne de cerdo, queso, leche, cerveza y vino. La variedad resultaba mayor en las mesas de los nobles, en la que además hacían acto de presencia la miel, la caza, el cordero y rara vez pescado (si no se trataba de una zona pesquera). Así mismo, las especialidades variaban según las regiones dependiendo de que la base de su economía fuera de tipo agrario, pesquero o ganadero, lo que ha dado como fruto un rico catálogo regional de cocina navideña en el mundo.
La tradición de poner sobre la mesa un ave como plato central de la cena de Nochebuena o de la comida de Navidad, habitualmente, ganso, gallo, capón o pavo (una vez traído de América), es muy antigua y proviene del mundo clásico grecorromano. Para ellos las ocas u otras aves migratorias, que volvían al norte al final del invierno, traían con ellas el anuncio de la primavera, por lo que poner un ave de este tipo en el plato, constituía un acto favorecedor del buen tiempo. Con esto se solicitaba el pronto retorno de estas aves y el fin del helado invierno.
De hecho, en época bizantina dentro del mundo cristiano, la presencia en los banquetes de pintadas o gallinas de Guinea, era algo habitual. Desde el siglo VI lo fue el capón, el gallo castrado y engordado para las comidas de Navidad, mientras que el siglo XIII lo corriente entre la nobleza provenzal, fue el gallo, símbolo de fertilidad y resurrección. El consumo de gansos y ocas fue tan elevado a lo largo de la Edad Media que a punto estuvo de exterminarse esta especie de aves en varias regiones europeas, algunas de las cuales aún hoy la mantienen como tradicional comida navideña.
En cuanto a la variedad de dulces navideños vale la pena decir que es inmensa. Los más populares y generalizados son el mazapán, el turrón y el famoso roscón de reyes que cierra el ciclo navideño. El origen del mazapán es incierto. Algunos estudiosos afirman que proviene del mundo árabe y llegó a España, por ejemplo, a través de Chipre, Sicilia o Venecia. Otros sitúan su nacimiento en esta última ciudad e incluso en Alemania. Sin embargo, hay serios estudios que afirman que nació en España, en concreto en la ciudad de Toledo, en el convento de San Clemente el Real.
En uno de los asedios que sufrió la ciudad por parte de los musulmanes, la comida empezó a escasear y las religiosas recordaron que guardaban en sus despensas gran cantidad de almendras, que machacaron y mezclaron con azúcar hasta formar una pasta que trocearon. Con ello se alimentaron los defensores cristianos de la ciudad. Este hecho tuvo lugar en el año 1214, conocido en las crónicas de la época como el año del hambre.
Otros festejos y asuntos navideños
La elección del 31 de diciembre como fractura temporal de cierre de un año e inicio de otro es un acuerdo que se debe a Julio César, cuando en el año 45 a.C., y siguiendo a los astrónomos egipcios, instauró el año solar, que comenzaba el primero de enero, arrinconando así el sistema primitivo. Más tarde, se sustituyó el calendario juliano por el gregoriano18, que introdujo algunos cambios para compensar las desviaciones del anterior y hacer coincidir el año civil con el año trópico. Este nuevo calendario que se implantó en el siglo XVI sigue vigente en la actualidad.
En cuanto a la última noche del año, parece ser que desde los inicios del Imperio Romano, enero estaba dedicado al dios bifronte Janus, que miraba delante y detrás y tenía un rostro envejecido y otro joven. Los romanos invitaban a comer a los amigos y se intercambiaban miel con dátiles e higos para que pasase el sabor de las cosas y que el año que empezase fuese dulce.
Esta vieja costumbre romana fue poco a poco entrando en Europa, donde con la misma finalidad venturosa comenzaron a ofrecerse lentejas, de las que se dice que propician la prosperidad económica del año que empieza.
El tradicional árbol navideño
Se ha querido ligar al árbol de Navidad con una costumbre romana bien documentada durante las calendas de enero que consistía en colocar ramas de árboles perennes como decoración en las casas. El culto a los árboles fue especialmente practicado entre los pueblos germánicos. Crónicas históricas romanas (destaca la Germania de Tácito) y el análisis lingüístico de las lenguas germánicas, entre otras fuentes, confirman que los antiguos germanos tenían sus santuarios en medio de los bosques. Y no sólo entre los indoeuropeos, diversos pueblos alrededor del mundo han creído en mayor o menor grado en la santidad o divinidad de los árboles. James George Frazer explica que el culto a los árboles nace de la creencia común en las religiones naturalistas de que todas las cosas, humanos, animales y plantas, tienen un alma.
Esta creencia posteriormente evolucionaría de un alma para cada árbol a la de un alma para cada especie de árbol, del «espíritu del árbol» al «dios de los árboles». Estos dioses de los árboles suelen ser también dioses del sol, la lluvia y la fertilidad, y por los principios de la magia simpatética, practicar rituales sobre un árbol en particular deberá afectar a todos los árboles en general, y por lo tanto deberá actuar sobre el espíritu del árbol y la fertilidad. En el caso del árbol de Navidad, colgarle esferas o foquitos de alguna forma pretende hacer que al llegar la primavera todos los árboles y plantas puedan florecer y dar frutos. Al traer el árbol de Navidad a la casa, se busca atraer la fertilidad propia de los árboles a nuestros hogares y familias.
Paradójicamente, el árbol de Navidad, aunque se le relaciona con el consumismo y el materialismo estadounidense, es eco de una religión más antigua que cualquiera de nuestras tradiciones nacionales. En cierto modo, al adoptar el árbol de Navidad hemos recuperado parte del legado indoeuropeo, que ha sobrevivido a dos mil años de cristianismo. El árbol navideño es una reliquia de una época remota y olvidada, cuando los seres humanos estaban directamente vinculados con la naturaleza y sus grandes ciclos, y que, a pesar de la publicidad descarada, el despilfarro y los excesos, sigue ocupando un lugar central en las celebraciones invernales, recordándonos que después del frío, la oscuridad y la muerte vienen la luz, el calor y la vida.
San Bonifacio, uno de los grandes misioneros de los primeros tiempos del cristianismo extendió su labor evangelizadora por Europa, donde halló el culto a estos árboles. Entre sus cometidos se encontraba el de eliminar los símbolos paganos, y uno de ellos decidió que debía ser el árbol venerado. Se cuenta que el santo, ante la mirada de los germanos tomó un hacha y cortó el árbol y en su lugar plantó un pino, símbolo perenne del amor de Dios, lo adornó con manzanas y con velas; el significado es claro, las manzanas simbolizan las tentaciones y las velas representaban la luz de Cristo que ilumina el mundo. A medida que pasó el tiempo, estos símbolos se fueron transformando en esferas y otros adornos.
Los árboles han tenido a lo largo de la historia un significado muy especial y encontramos que en todas las culturas poseen distintos aspectos simbólicos que pueden ser antropológicos, místicos y poéticos. La idea extendida de los aspectos benéficos de los árboles para el hombre ha dado lugar a distintas leyendas, e incluso, a relacionarlo con sentidos mágicos y rituales. Para muchos, el árbol representa el medio y la unión del cielo y la tierra (ahonda sus raíces en la tierra y se levanta hacia el cielo). Por ello, en ciertas religiones, sobre todo en las orientales, el árbol es signo de adhesión del hombre con lo sagrado.
Otros de los significados ampliamente extendidos sobre los atributos mágicos del árbol están concernidos a la fecundidad, el crecimiento, la sabiduría y la longevidad. Para los druidas también muchos de los árboles de sus bosques eran sagrados y alrededor de ellos celebraban sus rituales para entrar en contacto con Dios.
En el cristianismo se asocia fundamentalmente para explicar el misterio de la encarnación del hijo de Dios para salvar al hombre. En primer lugar, se asocia el árbol de Navidad con el árbol de la vida, que Dios había dispuesto en medio del jardín del Edén y que después de la caída desaparece; la fruta, los adornos y las luces recuerdan las gracias y dones que el hombre tenía cuando vivía en el Paraíso en completa amistad con Dios. A través del nacimiento de Cristo los hombres renacen y tienen acceso a la plenitud de la vida. El Árbol de Navidad simboliza la recuperación por parte del hombre de dichos dones.
Fuente principal:
Reproducción parcial desde: Estrella Rodríguez Gallar, La Navidad a través del tiempo. Málaga