«El yo en el mundo es insignificante, pero a la vez infinitamente rico y de él procede, en último análisis, la percepción humana del universo inmensurable. La literatura moderna volvió al sujeto del conocimiento y comenzó a proyectar el mundo a través del espejo del yo. La verdad de la literatura se convirtió en la verdad de esta percepción: del mundo situado más allá de esta percepción sólo cabía decir que se hallaba fuera del alcance de la literatura.
La literatura moderna reafirmó al sujeto de la percepción, y con él reemplazó a un narrador omnisciente y omnipotente que por regla general era el propio autor; y la exploración del yo, al prescindir de condicionantes morales nunca antes cuestionados, desembocó en la escisión de la personalidad. Si tuviéramos que resumir en dos palabras la historia de la literatura occidental del siglo XX, yo diría que logró suplantar con la modernidad valores tradicionales que se hallaban en franca decadencia. Del descubrimiento del yo a finales del siglo pasado pasó al cuestionamiento del yo. Y ahora volvemos a estar a finales de siglo.
El mal no sólo proviene de los otros, pues el yo no deja de ser un infierno, y ello agudiza su cuestionamiento. Si tuviera que hacer una síntesis de una de mis obras teatrales recientes, El noctámbulo, diría que trata de la imposibilidad de derrocar al mal. Es una obra que carece de toda referencia al mundo chino, y si en ella hay algo que la distinga de las obras occidentales, es quizás la actitud quietista que late en su fondo, la misma actitud que yo siempre adopto frente a la sociedad y frente a mí mismo. Una actitud que, enraizada en la tradición cultural china, difiere de la común de los escritores occidentales, basada en el análisis psicológico y en la propia experiencia, y no es tan negativa como la encarnada en el wuwei de la filosofía de Laozi y Zhuangzi o en la pasividad supramundana del budismo.
No soy taoísta ni budista; aún quiero hacer cosas, y para ello adopto sencillamente una actitud escrutadora y analítica: la «teoría de la triplicidad» del sujeto que aplico al lenguaje narrativo de la novela y a la interpretación dramática también se basa en esta actitud.
¿Puede, un intelectual chino que viva en Occidente, preservar su independencia mental como individuo sin adherirse a ningún «ismo» ni aferrarse, como único consuelo, a la tradición cultural china?
No tengo más que dudas; dudo de todo, incluso de todos los valores, de todos los conceptos. De lo único que no dudo es de la vida, porque yo mismo soy una existencia palpable. La vida tiene un sentido que trasciende la ética, y si yo aún poseo algún valor, es sólo el de esta existencia. Me resulta intolerable el suicidio o el homicidio espiritual, sucumbir a ellos sin aguardar a la muerte natural.
He hecho de la creación literaria un modo de salvación o, mejor dicho, es mi modo de vivir. Escribo para mí mismo; no pretendo contentar a los demás ni transformar el mundo o al prójimo, pues ni siquiera puedo transformarme a mí mismo. Lo importante es que hablo, que escribo, y nada más.
La literatura ha demostrado de manera patente que puede trascender la ideología: lo mismo hizo ya en su día, de la mano de Baudelaire y Dostoievski, con los juicios morales. De lo único que no puede librarse es de su sumisión a un criterio estético: el carácter trágico, cómico, lírico, absurdo, burlesco o humorístico de una obra lo otorga siempre el escritor. Algunos autores modernos y contemporáneos han eliminado todo juicio moral de sus obras, pero no pueden sustraerse al criterio estético subjetivo, a un criterio que representa la última parcela de autoridad del escritor y explica por qué aún existe la literatura. Como escritor intento situarme entre Oriente y Occidente, y como individuo, vivir al borde de la sociedad. En una época en que, como dice Liu Xiaofeng, «el cuerpo se burla del espíritu», me parece una buena opción; pero no sé si podré seguir disfrutando de ella. «
Resumen de EN TORNO A LA LITERATURA
La individualidad del escritor y la búsqueda de un lenguaje propio son las dos constantes que hilvanan estos siete artículos, conferencias y ensayos escritos entre 1990 y 2001 y traducidos en su mayor parte por primera vez a un idioma occidental. En ellos, Gao Xingjian nos muestra una faceta teórica poco conocida, esbozada ya en su discurso ante la Academia Sueca cuando fue investido con el Premio Nobel de Literatura en el año 2000.
La individualidad entendida como alejamiento de toda presión política, comercial o artística, y la búsqueda de un lenguaje propio que supere la actual esclerosis del chino literario, encorsetado en la imitación de las gramáticas occidentales, los malabarismos lingüísticos y las formas anquilosadas de la ortodoxia tradicional.
Las reflexiones de Gao Xingjian sobrepasan el ámbito de la propia cultura y adquieren una dimensión universal al incidir en la misma raíz del acto creativo literario, en la lengua en tanto que vehículo poético y en la literatura en tanto que manifestación real del individuo. La búsqueda de lo más tangible del ser humano le permite enjuiciar toda la literatura, incluida la contemporánea occidental, y el balance es positivo. Como dice Gao, la literatura nunca puede morir, pues “es un reducto de libertad espiritual y conforma la última línea de defensa de la dignidad humana”.
Fuentes: