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Los giros hacia la izquierda en el mundo político de hoy

Los giros hacia la izquierda en el mundo político de hoy

La derecha y la izquierda, a menudo referidas a la mano, son expresiones anatómicas muy precisas, ya que el punto de referencia, (es decir, el cuerpo), permanece posicionalmente determinado. Cuando se dice que alguien es diestro o zurdo no hay duda alguna para identificar su significado.

El término derecha es de origen indoeuropeo, y se puede seguir su evolución desde el sánscrito hasta el español, pasando por el griego y el latín. En cambio, la etimología de la voz izquierda es problemática y hay quienes la remontan al ibérico; la correspondiente en latín es siniestra, que, con frecuencia, adquiere connotaciones despectivas.

Cuando el sentido es trasladado a otros ámbitos significativos, la derecha y la izquierda pierden su valor absoluto, se convierten en nociones relativas al observador. Así se produce la clásica tergiversación del caminante que pregunta por una dirección, y su interlocutor frontal califica como derecha lo que para el demandante es todo lo contrario, porque es un lugar situado a su izquierda. La geografía desecha una terminología tan confusa y la sustituye por la precisa del Este y el Oeste.

Las sillas de la derecha las ocuparon los fieles a la monarquía y las de la izquierda los que pedían menos poder para el rey Luis XVI

La distinción se aplicó por primera vez a la política en la Francia revolucionaria. La asamblea constituyente, o Convención, inició sus trabajos el 21 de septiembre de 1792. Los diputados se hallaban divididos en dos grupos enfrentados: el de la Gironda, que se situó a la derecha del presidente, y el de la Montaña, que se situó a la izquierda.

En el centro tomó asiento una masa indiferenciada a la que se designó como el Llano (La Plaine) o la Marisma (Le Marais). Los girondinos, con Brissot a la cabeza, deseaban restaurar una legalidad y un orden, mientras que la Montaña propugnaba una dictadura revolucionaria, la cual, después de anular a los girondinos, desembocaría en el Terror.

Así se produjo una identificación de la izquierda con la radicalidad revolucionaria que, al grito de libertad, Igualdad y Fraternidad, desencadenaría una etapa de utopismo y ferocidad que sólo detendría el golpe de Estado de Bonaparte. Los implacables Robespierre, Danton y Marat fueron los caudillos y los definidores del primer partido que se situó a la izquierda.

Las ideas de izquierda y derecha son relativas y, aplicadas a la política, sus contenidos han variado, incluso de forma polar. Las dos posturas, solo pueden ser caracterizadas en un momento y un espacio

El camino de la izquierda y su contexto

Para obtener una idea de la posición actual de la izquierda a nivel mundial, puede ser útil comenzar comparando este siglo con el anterior. Las épocas oscilan en función de su propia temporalidad en lugar de seguir el calendario gregoriano; sin embargo, para aquellos que las viven, el calendario puede continuar siendo una herramienta útil para registrar las rupturas y las transformaciones históricas.

El siglo XX fue moldeado e impulsado por dos dialécticas sistémicas, el capitalismo industrial y el colonialismo capitalista, comprendiendo el término dialéctica en el sentido de que el desarrollo de cada uno de estos sistemas sirvió para fortalecer a su parte explotada: esto es, las clases trabajadoras y los pueblos colonizados.

La dialéctica no significa progreso mediante la evolución, la innovación y el crecimiento, sino la generación de cambio provocado por las contradicciones de la dinámica sistémica, que implica conflictos y trae aparejadas consecuencias imprevistas derivadas de las acciones protagonizadas por quienes dominan los procesos sistémicos, a menudo implicando un gran coste, que en nuestro caso incluye el desencadenamiento de guerras devastadoras y genocidios.

El punto crucial de una dialéctica social-sistémica es que las contradicciones, los conflictos y los costes humanos del sufrimiento tienen una tendencia al desarrollo: en el siglo XX provocaron avances humanos históricos en el nivel y la esperanza de vida, la democracia, la libertad, la emancipación sexual y de género y la descolonización.

No obstante, a finales del siglo XX esta dialéctica se estancó. La clase obrera había avanzado en las sociedades industriales, pero el capital financiero fue el ganador de la desaparición de la industrialización. La dialéctica anticolonial terminó con la liberación, limitada y condicionada a la postre, de los colonizados.

Aunque muchos de sus logros persistieron: derechos laborales, Estados del bienestar, emancipación de la mujer, democracia, la izquierda del siglo pasado no proporcionó ninguna perspectiva para el futuro, ninguna inspiración y poca esperanza. Significativamente, la era neoliberal operó como un punto de inflexión entre los dos siglos y no solo en sentido cronológico.

La globalización neoliberal-capitalista puso fin a la izquierda del siglo XX; pero también generó, por sus excesos, su arrogancia y sus desastres económicos, una nueva izquierda del siglo XXI. Además, esta era neoliberal se convirtió en el medio propicio para el ascenso de China y otros países no occidentales, desafiando la dominación mundial de Estados Unidos y, por consiguiente, desencadenando su propio ocaso.

El hoy de la izquierda

Este siglo XXI no alberga ninguna gran dialéctica social; las nuevas formas de capitalismo financiero y digital no desarrollan ni fortalecen a sus adversarios. Pueden generar una ira justificada entre sus empleados e incluso intentos exitosos de sindicalización, pero la tendencia social del empleo de la clase trabajadora apunta de hecho a la intensificación del lazo de la vigilancia.

El siglo XXI ha producido una abundancia de nuevas izquierdas que han sido impresionantemente creativas y radicales en su forma, partiendo de su propia indignación más que de las derrotas de sus predecesores. Aquí, se hace un intento de comprender el contexto de la izquierda del siglo XXI y sus respuestas innovadoras a los principales retos de la coyuntura actual: la inminente catástrofe climática, el nuevo mundo de la geopolítica imperial y las abismales desigualdades económicas existentes entre una humanidad cada vez más interconectada.

El capitalismo industrial ha mutado en una forma de capitalismo digital-financiero, que no produce ni desarrolla sus propios adversarios. El grueso de los manifestantes contra el neoliberalismo, por ejemplo, no son piezas clave de la economía neoliberal, sino personas ajenas a ella cuyas vidas han sido invadidas y dañadas por él.

Del mismo modo, el ascenso de China no fue el resultado de un desarrollo sistémico, sino la entrada de un jugador que resultó ser más hábil que el campeón. Las contradicciones de la geopolítica imperial no constituyen una dialéctica con capacidad para fortalecer a los explotados y oprimidos. Por el contrario, como hemos visto, el siglo XXI carga con los legados preñados de desastres de su predecesor: el cambio climático, la desigualdad, la guerra; mientras la dinámica creativo-destructiva del capitalismo sigue su curso.

Que el dinamismo capitalista deje a las masas en la pobreza extrema y enriquezca principalmente a los más ricos, mientras reconforta a una frágil clase media, no debería constituir una sorpresa. Sin embargo, todo análisis que se centre únicamente en las supuestas crisis letales del capitalismo, ignorando los posibles agentes perturbadores, está mirando el mundo desde un desván ideológico sin ventanas.

Los sindicatos se han vuelto más activos en muchos países del Sur, aunque normalmente sin crear organizaciones grandes o sólidas; incluso en el Norte están mostrando nuevos signos de militancia. A diferencia del abatimiento de la izquierda de finales del siglo XX, su sucesora de principios del siglo XXI ha mostrado un nuevo dinamismo e inventiva, aunque su poder sea todavía limitado.

Ignorando la vieja y sombría era de sus madres y padres, la nueva izquierda surgida en torno al cambio de milenio llevó la política radical a un nuevo nivel. Encabezó las respuestas a la difusión global del capitalismo neoliberal y a su nuevo ciclo de guerras imperiales. Sembró las semillas del socialismo, sobre todo en América Latina.

 Izquierda italiana en manifestación masiva contra el fascismo

Aprendió mucho de, y sobre, un nuevo aliado, libre de la miopía y la arrogancia moderna de la vieja izquierda: las poblaciones indígenas, que resurgieron como una fuerza significativa en la organización comunitaria y en las iniciativas ecológicas no capitalistas, principalmente en América Latina, pero también en la India. La nueva izquierda sorteó el dilema del socialismo obrero frente al capitalismo subvencionado apelando al pueblo y a la democracia radical.

Contribuyó al retorno de los levantamientos urbanos en todo el mundo desde finales de la década de 1990; de hecho, las dos primeras décadas del nuevo siglo establecieron un récord histórico de levantamientos sociales en la era posterior a 1900, cuyos epicentros se localizaron en el mundo árabe, América Latina, España, Estados Unidos y los Estados sucesores de la Unión Soviética.

La izquierda del siglo XXI ha actualizado y revitalizado toda la tradición radical a través de su clarividente comprensión del ecologismo y su compromiso para evitar la catástrofe climática. Ha continuado las investigaciones teóricas sobre las salidas del capitalismo tras el fin de la dialéctica marxiana clásica.

La nueva izquierda ha salido de las sombras de los grandes moldeadores del siglo XX para entrar en una época histórica diferente. Podemos identificar brevemente sus rasgos novedosos, rastreando su emergencia preliminar al hilo del movimiento alternativo mundialista, las nuevas protestas climáticas y el resurgimiento del socialismo en las Américas.

Nos encontramos al final del comienzo del siglo XXI, que se aproxima a su primer cuarto. Hemos sido testigos de su respuesta a la ola de globalización capitalista que se inició en torno a 1980 y que ahora está llegando a su fin. De formas innovadoras, la nueva izquierda ha actualizado el legado del siglo XX y ha abierto nuevos caminos, superando la muerte de la gran dialéctica y la derrota de las grandes revoluciones.

Ha introducido las cuestiones de la desigualdad y las perspectivas de rebelión popular en las corrientes predominantes de la economía y la ciencia política, así como en la agenda de los jefes de Davos. Ha canalizado nuevos recursos hacia los pobres de Brasil y ha comenzado a reducir la desigualdad en toda América Latina. Ha traducido sus demandas de acción climática en compromisos de los políticos mundiales.

Fuentes:

Reproducción parcial desde:

  • Göran therborn, EL MUNDO Y LA IZQUIERDA. new Left review 137 noviembre-diciembre 2022
  • Gonzalo Fernández de la Mora, IZQUIERD A Y DERECHA HOY. Sesión del 16 de marzo de 1999
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